viernes, 24 de febrero de 2012

Relato
















Sin escapatoria 

«Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada. Llámame». Apartó la vista del papel para marcar el número. Le temblaban las piernas y se sentía cobarde. Tuvo que sentarse. Era incapaz de dominar los nervios. La lengua actuaba como una esponja robándole la saliva. El pulso le martilleaba en el cuello. Cuando por el auricular sonó el restallido de un látigo, se le paró el corazón. Una pequeña muerte le abrazó por un instante. Al escuchar: «Dora Dómina te ordena digas tu nombre», salió de entre los muertos. 

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