No era la nariz de Gogol
Desde el principio me llamó la atención su nariz. Creo que, primero vi su nariz y luego la vi a ella, sentada en el banco del parque, las piernas cómodamente cruzadas, un libro en la mano. Yo paseaba con unos cuentos de Gogol en el bolsillo y aproveché para sentarme a leerlo a su lado desde donde podía dejar resbalar la vista por el lomo de su nariz ingrávidamente respingona, recortada sobre un fondo de árboles despidiéndose del día.Seguir leyendo
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